Por: Ana Cristina Mallarino
Psicóloga Clínica
Terapeuta sexual y de parejas
La palabra sexualidad genera reacciones diversas cuando la pronunciamos, algunas personas se sonrojan o sienten vergüenza, a otras les da risa, ira, temor, angustia, para otras puede representar algo vulgar, de lo que no se habla o también despertar curiosidad y hasta morbo.
Hablar acerca de la sexualidad debe ser natural y debe ser tema de todos. Tenemos que partir del hecho que la sexualidad no es lo que hacemos sino lo que somos. Somos seres sexuales y sexuados desde que nacemos hasta que morimos. La sexualidad tiene que ver con todo lo que nos identifica como seres humanos.
La sexualidad se relaciona con nuestra corporalidad, historia de vida, sentimientos, pensamientos, actitudes, emociones, experiencias, aprendizajes, comportamientos; así como con el erotismo, la seducción, el placer, la reproducción, las identidades, orientaciones, creencias, preferencias y gustos.
Por lo tanto, la sexualidad va más allá del sexo. Cuando hablamos de sexo nos referimos a la dimensión biológica de la sexualidad, al sexo biológico o asignado, ya que todos nacemos con pene o vagina, pero muchas veces la palabra sexo se usa como sinónimo de sexualidad y como vimos la sexualidad es mucho más que sexo y genitalidad.
Además de la dimensión biológica de la sexualidad, también es importante destacar la dimensión psicológica o la identidad sexual, que se relaciona con cómo nos sentimos y percibimos a nosotros mismos. Por un lado, está la identidad con el sexo, si nos identificamos o no con el sexo de nacimiento y por otro, la identidad con el género.
Cuando hablamos de la identidad de género nos referimos a si nos identificamos con lo femenino, masculino u otro género, independientemente de nuestro sexo biológico. Y el rol de género, tiene que ver con la dimensión sociocultural de la sexualidad, ya que la familia y la sociedad nos educan distinto si nacemos con pene o vagina.
Por otra parte, tenemos también la identidad con la orientación sexual, que se relaciona con quién me atrae física, emocional y sexualmente. El sexo que me atrae determina mi orientación sexual. Lo cierto es que a lo largo de la vida podemos sentirnos atraídos por diferentes personas y sentir deseo sexual.
Y es precisamente en la adolescencia cuando se elevan los niveles de testosterona, hormona del deseo sexual, tanto en hombres como en mujeres, quienes la producen en menor cantidad, pero esto no significa que el deseo femenino tenga que ser más bajo por esto, ya que la cantidad segregada es suficiente para activar el deseo en la mujer.
Sumado a ese deseo sexual propio de la adolescencia, vivimos en una sociedad hipersexualizada, que ejerce en los jóvenes y adolescentes una presión por comenzar una sexualidad temprana y perder lo más pronto posible la llamada “virginidad”. Por lo que muchos chicos y chicas se apresuran a tener relaciones por simple curiosidad.
Lo que puede no resultar tan satisfactorio como se esperaba y marcar negativamente el resto de la vida sexual de la persona e incluso ser la causa del desarrollo de disfunciones sexuales, por desconocimiento del cuerpo y la respuesta sexual humana; así como por inmadurez física, psicológica o emocional.
Es por eso que ante la pregunta frecuente de los adolescentes de cuándo debo empezar mi vida sexual, la respuesta es que no hay una edad indicada porque cada persona tiene un proceso de desarrollo psicoafectivo distinto. Lo cierto es que la mejor edad es cuando la persona se sienta preparada y esté en libertad de escoger la persona idónea.
La primera relación sexual, y por supuesto que las demás, deben ser planeadas, pensadas, planificadas con responsabilidad, autocuidado y cuidado de la otra persona. En donde se haya escogido y comenzado a usar con anterioridad el método anticonceptivo recomendado por el médico y se sepan usar correctamente los preservativos.
La salud sexual y reproductiva es importante, no sólo para evitar un embarazo indeseado o una enfermedad de transmisión sexual. sino también para no frustrar el proyecto de vida. Por lo tanto, la decisión de decir Sí o NO está en ti, tú decides sobre tu cuerpo y tu placer sexual, el cual es un derecho humano.
Lo importante es que tener relaciones íntimas sea tu decisión y no por acceder a presiones, chantajes, intimidaciones o coacciones. La sexualidad debe ser vivida con libertad, pero también con responsabilidad, respeto, honestidad, reciprocidad, recordando que la sexualidad es dar y recibir y que toda acción tiene consecuencias.
La finalidad de la sexualidad es conocerme y aceptarme para poder experimentar placer, reconocer, empatizar, expresar emociones y vincularse afectivamente con un otro, que es tan valioso como yo y que merece ser tratado tal como deseo que me trate. Recordemos que la sexualidad mueve sentimientos y es algo más que físico.