Actualmente surge el reto de poder hacer un ejercicio de lectura crítica y reflexiva acerca de todo lo que fue, y de aquello que en este momento no es. Esto se da porque se han elevado o derribado conceptos desgastados (antigua normalidad); ha emergido la capacidad de poder leer lo que se hace en la inmediatez y medir nuestra capacidad de reacción-acción con alguna posibilidad de éxito (Normalidad en Emergencia); y nació el desafío de hacer síntesis (futuro) entre la tesis (pasado) y la antítesis (presente), buscando interpretar las señales propias de los tiempos, los espacios y conceptos cuestionados, así como los dilemas presentes, prexistentes y persistentes.
En el contexto actual buscamos interpretar todas estas señales que se generan en el campo de la gestión educativa con el pretexto de construir la Nueva Normalidad Escolar, la cual es el reto desafiante que nos propone esta pandemia.
Un sinnúmero de acontecimientos envueltos en la estela de la incertidumbre, el poco conocimiento o desconocimiento total de cuándo puede terminar esta situación, nos ha llevado a pensar y repensar; aprender, desaprender y reaprender; a reprender, proponer y emprender; acciones claras y contundentes que nos permitan no solo detener la crisis educativa (permanencia, inclusión, emociones y aprendizajes), sino a superarla de tal forma que podamos ganar mucho de todo lo que en este momento estamos perdiendo.
Esta es precisamente la cuestión convocante, ya que antes de angustiarnos o paralizarnos, deberíamos dinamizar y optimizar, pues es este contexto el que nos esperanza y reta a implementar acciones pensadas, pero no aprobadas, y necesarias, pero no materializadas por miedo o comodidad. La realidad nos lanza a un camino sin posibilidad de negarnos a las transformaciones: forzadas, pero pensadas; costosas, pero aseguradas en evidencias; urgentes, pero como parte de lo importante; trascendentes, pero con aplicaciones y resultados inmediatos.
Desde esta visión compartida, la institución educativa Liceo Alejandro de Humboldt de la ciudad de Popayán, propone un plan de acción que permita no solo detener la crisis educativa reflejada en la estrepitosa caída de su cobertura, calidad, pertinencia y eficiencia, sino construir un nuevo escenario educativo que nos permita sostener la dinámica del proceso tanto en la presencialidad como en la virtualidad.
Este escenario educativo se deberá caracterizar por tener un enfoque con igual posibilidad de éxito desde lo inter-estructurante; debe dar primacía a lo socioemocional sobre lo individual y racional; debe tener más valía en la realidad, necesidad y expectativa del sujeto cognoscente; tendrá que apuntar a las competencias transversales de la lectura, la convivencia y la tecnología; y debe ser capaz de trascender los tiempos y los espacios en donde es generado.
Tales desafíos serán posibles de enfrentar (1) con una visión compartida, (2) con un liderazgo distribuido apropiado y vivenciado en espacios colaborativos de trabajo bajo una comunicación asertiva y participativa, (3) con un modelo efectivo de capacitación docente, (4) con el mejoramiento de la capacidad tecnológica instalada y de las competencias digitales de toda la comunidad educativa (docentes, estudiantes y padres), (5) con el desarrollo de competencia emocionales afirmadas en la inteligencia emocional, resiliencia y empatía, (6) con una planeación orientada a la nivelación de los aprendizajes no ejecutados o apropiados en el menor tiempo posible, (7) con un enfoque diferencial que siga permitiendo la inclusión y la equidad en el acceso, permanencia y promoción, y (8) con un planteamiento central en generar una cultura del ser-bien, saber-bien y hacer-bien, para estar-bien, y de ésta forma insertarnos de manera ética, solidaria y productiva, a una sociedad competitiva y sostenible.
Por ello se puede concluir, que lejos de ser una gran amenaza la pandemia del COVID-19, es nuestra tormenta perfecta para alcanzar los cambios anhelados para estas y las próximas generaciones.