Tristeza, ansiedad, dificultad para concentrarse, depresión, alteraciones del sueño, mayor irritabilidad, sensación de soledad y estrés constante, son algunas de las principales manifestaciones físicas y mentales que ha tenido el aislamiento en estudiantes universitarios de Colombia y México.
Así lo evidencia la investigación de la fonoaudióloga Gloria Isabel Bermúdez, magíster en Discapacidad e Inclusión Social de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y candidata a doctora en Estudios Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, invitada a participar de la charla “Salud mental en estudiantes universitarios en tiempos de pandemia”, del programa #SaludUNALContigo, de la Facultad de Medicina.
La magíster ha venido indagando sobre este tema junto a un equipo interdisciplinar e interinstitucional: “vinculamos a estudiantes de Colombia y México quienes participaron no solo en el desarrollo de la investigación sino involucrando a sus instituciones en la recolección de información”.
Un primer estudio del equipo investigador se realizó a través de una encuesta virtual y contó con la participación de 463 estudiantes de la Escuela Colombiana de Rehabilitación y de la Universidad de Manizales. También participaron 433 estudiantes mexicanos de cuatro instituciones de educación superior de ese país, para un total de 896 participantes.
Según la investigadora, el estudio contó con indicadores tanto de estados emocionales y de salud mental como de actividad física, los cuales se aplicaron mediante pruebas estandarizadas.
Manifestaciones del aislamiento
En términos de los estados emocionales, el trabajo refleja que los estudiantes en general manifiestan un aumento de la tristeza, la cual se presenta además durante más momentos del día en comparación a cómo ocurría antes del aislamiento social.
“Algunos estudiantes revelan que no disfrutan de las cosas tanto como lo hacían antes; otros dicen que sienten cansancio frecuente o permanente, no necesariamente relacionado con una actividad física”, describe la magíster.
Otra afectación que se suma a la lista es una mayor dificultad para concentrarse, no solo en encuentros virtuales con los profesores sino en otras actividades académicas, lo que repercute en que no siempre pueden tener los trabajos en el tiempo estipulado.
Las dudas y preocupaciones aumentaron y afectó su capacidad de tomar decisiones. Algunos cuestionaron si valía la pena o no seguir estudiando su carrera; se afectaron los estados emocionales, en los que muchos manifiestan mayor irritabilidad, que tuvo impacto en las interrelaciones con las personas que viven porque aumentaron los conflictos en el núcleo familiar.
A muchos de los estudiantes que debían recibir sus clases virtualmente también les afectó –o empeoró– sus hábitos sedentarios, como dejar de hacer pausas o cuidar la postura. Empezaron a aparecer algunos síntomas como las tensiones en la espalda, la cefaleas y todas estas dolencias propias de posturas inapropiadas o de espacios de trabajo inapropiados.
Medidas desde las IES
La investigación de la experta y su equipo también deja unas recomendaciones clave, especialmente para las instituciones de educación superior (IES).
Por eso menciona que es importante generar una cultura de autocuidado tanto en la Institución como en las redes de apoyo. También programas integrales de cuidado de la salud mental, que incluya la actividad física, cuidado del sueño, salud musculoesquelética, hábitos de estudio, salud auditiva y comunicativa, alimentación y nutrición, entre otros; y que incluyan a profesionales, directivos y a la comunidad en una red de relaciones.
“Se deben implementar estrategias de detección temprana y primeros auxilios psicológicos para diseñar e implementar modelos de intervención en crisis con apoyo de bienestar universitario.
Además, desarrollar campañas de sensibilización formación y prevención del suicidio, y por último promover y fomentar espacios de esparcimiento que privilegia la expresión artística y la experiencia creativa de los estudiantes”, concluye la magíster.