Por Sebastián Guasaquillo
Estudiante de la Institución Educativa Eustaquio Palacios
Afrontar un nuevo comienzo nunca ha sido fácil. Es difícil llegar a adaptarse a nuevos entornos, sea de un ambiente de trabajo o estudiantil. Sin embargo, ¿Qué sería de la vida sin estos comienzos? Aprender de nuevo se vuelve interesante, y conociendo nuevos horizontes lo hace mucho más interesante.
No obstante, antes de tener un nuevo comienzo, siempre habrá una triste despedida. Lo sé. Hay cosas que dejaremos atrás: amistades, comidas, lugares, o simplemente entornos en los que nos sentíamos a gusto. Por ejemplo, terminar bachillerato.
Estos últimos días han sido los más nostálgicos, momentos en los que por primera vez reflexionamos y nos damos cuenta de los 11 años (en algunos casos más) que hemos recorrido aquí en la comuna 20, Siloé.
A algunos posiblemente no nos interesaba el aprendizaje, pues crecimos en un entorno difícil, plagado de violencia y drogas, pero asistíamos al colegio con la esperanza de evitar esto, de desestresarnos de los problemas, y con el sueño de que al menos, por seis horas, el día estuviera en paz, libre de muchas cosas malsanas, tal vez viendo los ojos bonitos de alguna chica, o simplemente la cara conocida de un buen amigo y compañero de clase. Esa es una forma de atacar la dura realidad que en nuestras casas nos esperaba.
Pasamos por momentos complicados, a veces hasta sin almorzar asistíamos, y con los años el amor por aprender iba surgiendo. Primeras novias aparecían, o hasta hallábamos un talento. Miramos las caras de nuestros amigos, y pensamos en lo que será de la vida de este tipo después de esto.
Y ahora, el tiempo es como agua entre los dedos, tantos años conociéndolos, pasando tardes juntas, y ahora se vuelve triste pensar en que esto ya termina.
Ya solo estamos a un paso de ser adultos, con responsabilidades y mucho más. Me asusta pensar en ese cambio, pues muchos lo afrontamos con un profundo miedo e incertidumbre, pero estos años trajeron experiencia a nuestras vidas, pasaremos del rio al mar, pero ahora con las ganas de aprender, de enfrentar nuevos retos y desafíos.
A pesar de la nostalgia de la despedida, me da alegría recordar tantos momentos que han pasado estos años. Creamos amigos y crecimos nosotros mismos como personas, y ahora vamos a afrontar el mundo que hay afuera, ya no con las mismas almas compañeras, pero si con sus recuerdos y todas las experiencias que se ganan en el colegio, y que no solo se queda en matemáticas ni historia ni mucho menos español.
Por ello salgo del colegio con el firme convencimiento de que lo más valioso que una persona puede ir conociendo es el difícil arte de aprender a vivir.