Por: Juan Camilo Charria Arce | @CharriaArce – María Paula Zapata | @MoonwalkerTVD
Edición: Olga Behar y Johana Castillo
“Ahora ya encuentras mucha variedad en el arte del tatuaje y eso deriva en que hay más locales y cada vez más artistas; eso sí, buenos, malos, regulares, costosos, barateros, underground”. Así lo asegura Andrés Aponte, tatuador profesional desde 2006, quien tiene uno de los salones con más demanda al sur de Cali.
Hoy, la ciudad es una de las más apetecidas por los turistas para realizarse tatuajes, debido a su calidad, “porque hay muy buenos artistas, unos de acá y otros que pasaban por Colombia, se quedaron en Cali. La gente tiene ya de dónde escoger y, además, les gusta saber sobre tendencias, estilos y artistas, al caleño le gusta ‘chicanear’ sus tatuajes”, explicó Aponte.
En ciertos ambientes, los tatuajes causan controversia, ya sea por ser un tema tabú, por religiones o por los incidentes de salud que pueden ocurrir.
Los riesgos dependen del manejo
Leidy Gómez es una estilista apasionada por los tatuajes. Ella comenta que ha tenido que rediseñar varios de sus dibujos, por las malas prácticas de algunos tatuadores, que no tuvieron precaución cuando se los elaboraron: “La calidad de la letra, el tamaño de las agujas –hay algunas más delgadas y otras gruesas-. Cuando se hacen frases con gruesas, la tinta se va regando con el tiempo, si las letras quedan muy unidas. Con la delgada, las letras quedan más definidas y no hay tanto problema en que se rieguen”.
En relación con la higiene que se debe manejar, en Cali, la Secretaría de Salud se encarga de verificar que estos lugares cumplan con los requisitos necesarios para desarrollar su labor, aunque algunos tatuadores hacen sus trabajos a domicilio, lo que es riesgoso si no se verifican las condiciones en que trabaja. “A mí me tatúa un amigo, él viene a la peluquería, trae todos sus instrumentos y siempre tiene precaución con las agujas y con las tintas. Nunca he tenido problemas de infecciones”, explica Leidy, quien ya tiene un verdadero lienzo en su cuerpo, con más de 50 tatuajes.
Esta no solo es una tendencia a nivel local. Según un artículo de la revista Dinero, publicado en 2017, “a nivel nacional se estima que hay de más de 1.000 tatuadores ejerciendo esta actividad, siendo Bogotá, Medellín, Cali y Pereira las ciudades más activas”.
Tatuajes: ¿gusto o adicción?
La mayoría de quienes se han tatuado afirman que solo basta con ‘rayarse’ la primera vez, para que casi se convierta en un hábito.
“Yo me hice el primero y como mi amigo es el que me los regala, cada vez que el viene a tatuar a mis clientas a la peluquería, me pregunta: ¿qué te vas a hacer hoy? Y yo, feliz, dejo que me tatúe”. Una gran ventaja para ella, pues uno de los diseños que él le hace sin costo, puede llegar a valer, en promedio.
Para ella, es fácil volverse adicto a los tatuajes, pero no cree que sea algo negativo. Tal vez, lo único que se podría afectar es el bolsillo. Según el tatuador Alex Gutiérrez, uno que cubra parte del antebrazo (tipo tribal) puede llegar a costar 500 mil pesos.
“En un sitio profesional, un tatuaje mínimo (el más pequeño) cuesta de 150 mil pesos en adelante”, agrega. En lugares comerciales no profesionales, un tatuaje de las mismas características puede ir de 20 a 50 mil pesos.
Tatuarse: no es para todo el mundo
Hay quienes no se sienten atraídos hacia los tatuajes, por el temor al dolor: Juan Camilo Ojeda, estudiante de Diseño Gráfico Publicitario, de veinte años, asegura: “El sólo hecho de ver una aguja y saber que va a entrar en mi cuerpo, me da escalofríos y he llegado al punto de desmayarme. Los tatuajes son mi mayor temor, no me haría algo así jamás en mi vida, si una sola inyección por salud me da pavor, ahora haciéndome algo innecesario”.
Sin embargo, Leidy cuenta que cada vez que se somete a un tatuaje, el profesional le aplica anestesia, focalizada en el área que va a intervenirle, para así evitar el dolor.
Para algunos religiosos, el cuerpo es un templo sagrado y no debe ser profanado, aunque no se conoce de castigos por hacérselos. “La religión no censura los tatuajes, eso lo vemos como una decisión muy personal. Pienso que muchas veces lo hacen por rebeldía, cuando a sus padres no les gusta; también por algún tipo de apropiación cultural, o simplemente por moda, no son auténticos y sólo lo hacen por lo que ven hacer a otros. Aun así, en la religión no hay alguna regla que excluya a personas con tatuajes de ser parte del reino de Dios”, afirmó la hermana Nelly Franco, con treinta años de servicio, actual rectora del Colegio Juan Pablo Segundo.
Las malas experiencias en el pasado también inciden en la decisión de alejarse de los tatuajes. Jorge Andrés Angulo, un químico residenciado en Bogotá, viajó a Cali hace unos tres años, con su novia, “y por el romanticismo, nos dio el entusiasmo de tatuarnos cada uno el nombre del otro, con un corazón al lado. Lo pedimos en japonés, en el hombro izquierdo. Le pagamos y salimos para el hotel, llevándonos la sorpresa de que era borroso, no tenía buenos trazos y ya con la duda, buscamos a un amigo que sabe algo de japonés, nos dijo que el mío dice algo parecido a sopa y el de mi novia eran letras al azar, no había corazón al lado, era algo muy amorfo”.
Definitivamente, los tatuajes son una forma de expresión para los más atrevidos. Flores frases, dibujos, atrapa sueños y mensajes, son algunos motivos que Leidy lleva en su cuerpo.
Con este arte, las personas pueden plasmar historias, sentimientos y decisiones en su propio cuerpo. En muchas ocasiones, incluso, hacen parte de algún tipo de cultura, en la cual es bien visto tatuarse, costumbre que hoy se ha hecho viral a nivel mundial.
Tatuajes con significados
Generalmente, quienes deciden hacerse un tatuaje analizan previamente el diseño, el color y el mensaje que quieren transmitir a través de él. Leidy comenta: “en mi mano derecha tengo más de seis figuras y la mayoría son en honor al papá de mi hijo, fallecido recientemente”. Para varios de ellos escogió cuidadosamente los textos. Al fin y al cabo, los llevará en su piel eternamente.
*Texto publicado en alianza con la Universidad Santiago de Cali