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¿Qué hábitos debemos mejorar para ser eficientes en la universidad?

¿Qué hábitos debemos mejorar para ser eficientes en la universidad?

La vida universitaria representa uno de los períodos más emocionantes y desafiantes en la vida de cualquier estudiante.

Es un momento para aprender, crecer y, sobre todo, adquirir hábitos que permitan alcanzar el máximo rendimiento académico sin sacrificar el bienestar personal.

A continuación, exploraremos los hábitos más comunes que debemos mejorar para ser más eficientes en la universidad y cómo estos cambios pueden marcar una gran diferencia.

1. Procrastinación: el enemigo de la productividad

La procrastinación es un hábito común entre los estudiantes universitarios. Postergar tareas académicas no solo genera estrés de última hora, sino que también afecta la calidad del trabajo realizado.

Para combatirla, es fundamental establecer un calendario con fechas límite claras y dividir las tareas grandes en pasos pequeños y manejables.

Además, emplear técnicas como el método Pomodoro, que alterna períodos de trabajo intenso con breves descansos, puede ayudar a mantener la concentración y avanzar en las tareas sin agotarse.

2. Falta de planificación: improvisación que pasa factura

Otro hábito a mejorar es la falta de planificación. Sin una agenda clara, las responsabilidades académicas pueden acumularse rápidamente.

Para evitarlo, es recomendable utilizar herramientas digitales como aplicaciones de gestión de tareas (por ejemplo, Todoist o Notion) para organizar el tiempo y priorizar actividades.

El hábito de revisar el calendario semanalmente ayuda a mantener una visión clara de los plazos y compromisos académicos.

3. Desorganización del espacio de estudio: un caos que distrae

Un espacio de estudio desordenado puede afectar negativamente la concentración y el rendimiento. Mantener un escritorio limpio y libre de objetos innecesarios fomenta un ambiente propicio para el aprendizaje.

Además, es útil establecer un área exclusiva para el estudio, alejada de distracciones como el televisor o el teléfono móvil.

4. Falta de descanso: el costo de no dormir lo suficiente

Dormir poco o mal es un hábito que muchos estudiantes subestiman. El sueño es esencial para consolidar el aprendizaje y mantener la mente alerta.

Dormir entre 7 y 9 horas diarias no solo mejora la memoria, sino que también incrementa la capacidad de resolver problemas complejos.

Implementar una rutina nocturna relajante, como evitar pantallas antes de dormir, puede marcar una gran diferencia en la calidad del descanso.

5. Mala alimentación: energía baja, rendimiento bajo

La alimentación influye directamente en el rendimiento académico. Dietas ricas en azúcar y comida rápida pueden provocar picos de energía seguidos de caídas abruptas, lo que afecta la concentración.

Incorporar alimentos frescos, frutas, verduras y fuentes de proteínas contribuye a mantener la mente activa y el cuerpo saludable. Además, mantenerse hidratado durante el día es crucial para evitar la fatiga mental.

6. Uso excesivo de dispositivos: la trampa digital

El tiempo frente a dispositivos electrónicos, especialmente las redes sociales, puede convertirse en un ladrón de horas productivas.

Limitar el uso de aplicaciones de entretenimiento durante los períodos de estudio y utilizar funciones de bloqueo de distracciones puede mejorar considerablemente la eficiencia.

Además, aprovechar el modo “no molestar” durante las clases ayuda a mantener la atención en el contenido académico.

7. Estudio pasivo: lectura sin análisis

Muchos estudiantes dedican horas a leer textos sin realizar una reflexión crítica o tomar apuntes efectivos.

La eficiencia en el estudio se logra cuando se transforma la información en conocimientos prácticos. Técnicas como el subrayado, los mapas conceptuales y la enseñanza de los conceptos a otros pueden hacer que el aprendizaje sea más activo y efectivo.

Adoptar hábitos eficientes durante la etapa universitaria no solo optimiza el rendimiento académico, sino que también fomenta el desarrollo personal y profesional.

Identificar los hábitos negativos y trabajar en su mejora es el primer paso hacia el éxito académico.

Implementar estrategias de organización, descanso adecuado, alimentación balanceada y técnicas de estudio activas puede hacer que la experiencia universitaria sea mucho más llevadera y productiva.


 

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