Por: Luisa María Rueda | @luisamro04
Nicolás Díaz Quintero | @1nicolasquintero
“En la clínica de reposo tuve un proceso de volver a caminar, volver a escribir y aprender las cosas básicas”; así revivió Laura Rivera, entre lágrimas, la crisis de estrés que atravesó, hace dos años, por la carga académica en su universidad, Univalle.
A sus 20 años, Laura, estudiante de arquitectura, nunca se llegó a imaginar que la obsesión por aprobar una materia la llevaría a enfrentarse con un diagnóstico médico que indicaba que estaba viviendo un cuadro de esquizofrenia. La presión por obtener una buena calificación, el número de trabajos y el tiempo para esas entregas la llevaron a experimentar su primera gran crisis emocional y física, que le causó pérdida del apetito y de sueño.
La psicóloga social Alicia Lozano dijo a Utópicos que “el estrés es una conducta repetitiva del inconsciente del ser humano, relacionada con la parte emocional y afectiva de las personas, con un tipo de esteroides llamados corticoides y con la oxigenación del cerebro. Si esta última se afecta, se altera el sistema de conciencia”.
Además, comentó que el estrés puede ser causado por presión familiar, laboral, social o de pareja.
¿Qué opinan los universitarios de Cali sobre este fenómeno?
De acuerdo con una encuesta realizada por Utópicos a 16 estudiantes universitarios de Cali, las razones de su estrés son la cantidad de trabajos y el tiempo que tienen para desarrollar cada deber académico, así como las actividades extracurriculares y las responsabilidades personales.
Un artículo publicado por URepublicana, radio emisora universitaria de Bogotá, menciona que “muchos pueden ser los factores que intervengan en la causa del estrés. Estos se mueven entre lo económico y lo académico, tratándose del sostenimiento de su universidad y sus parciales”.
Otro artículo, publicado por la Universidad Continental en Perú, confirma que el estrés “es una enfermedad muy común y poco tratada, debido a que no muchos son conscientes de sufrirla”, se especifica.
Laura Morcillo, médica del Hospital Universitario del Valle, explicó que el estrés puede generar problemas como la irritabilidad, trastornos alimenticios y de sueño, y problemas a nivel social. Añadió que “cuando las personas se sienten demasiado agotadas y acabadas por las actividades que están realizando y no se tiene control de esto, es posible que se vean afectadas por el síndrome Burnout, que se caracteriza por una pérdida de interés en los sujetos a la hora de llevar acabo alguna tarea; se pierde el sentido de la responsabilidad y todo proceso se torna paulatino”.
Gonzalo Rueda, tío de Laura, compartió con Utópicos que su sobrina “siempre ha sido una niña jovial, extrovertida, alegre, pilosa, responsable y obediente”, pero de repente empezó a responder lento, su mirada estaba perdida y cada vez que alguien le hablaba, apenas lograba decir algo. “Mi hija comenzó a tener unos comportamientos que no eran normales de acuerdo a su esencia. Empezó a subir los pies en el asiento y los usaba para apoyarse, no comía, no dormía y así duró siete días”, comentó Patricia Rueda, mamá de la estudiante.
Añadió que ella “se levantaba desesperada a las doce o una de la mañana a decir que tenía que irse a la universidad a hacer trabajos”. Esto era evidentemente extraño, pero hubo algo en específico que despertó en su familia inquietud y aún más preocupación. La situación explotó cuando Laura preguntó “¿ustedes por qué me escuchan si yo estoy muerta?”.
Inmediatamente, la llevaron al médico quien, después de revisarla, afirmó que estaba atravesando un cuadro de esquizofrenia. Un segundo diagnóstico les hizo conocer que en realidad estaba enfrentando una fuerte crisis nerviosa y que había tenido una descarga, un retroceso y no le era posible precisar en qué edad se encontraba. Era como si el alma de un bebé estuviera atrapada en el cuerpo de una joven de veinte años, que “no hablaba, no tenía control de esfínteres, no sabía cómo bañarse, no sabía para qué era el jabón, no sabía qué era comer”, explicó la madre.
La joven solo lograba comunicarse a través de dibujos y cartas que escribía, como si ya no hiciera parte de este mundo. Fue sometida a tratamientos con psiquiatras, psicólogos, y recibió medicamentos y una incapacidad de año y medio. Según Patricia, su hija cambió y “se tornó retraída, olvidó situaciones y momentos que había vivido”. Fue como si su cerebro se hubiera desconectado y su cuerpo se hubiera reiniciado, y solo hasta un año después Laura volvió a ser la de antes.
Para ella, fue un duro proceso, pero reconoce que de todos los tratamientos que pudo recibir, el más efectivo fue el apoyo de su familia. Ya no toma más medicamentos, reacciona bien y su tiempo de recuperación fue menos del esperado.
Los estudiantes respondieron mayoritariamente, en la encuesta, que el área financiera es la que más los afecta. En segundo lugar está el área social y su salud, luego la parte laboral y finalmente la familiar. La universidad implica mucho más que sentarse en un puesto, escuchar una clase y regresar a casa.
¿Cómo vencer el estrés universitario?
Utópicos pidió algunos consejos a la doctora Morcillo para el control de estrés. Según ella, hay que “controlar el nivel emocional, porque cuando se tiene control del cuerpo y de sus responsabilidades, dando cumplimiento a lo que se puede responder, esto se refleja en una buena distribución del tiempo y se adquieren hábitos adecuados para dar un buen manejo a las actividades, disminuyendo el nivel del estrés y generando cambios positivos en sus vidas”.
En el caso de los entornos universitarios, es necesario indicar que el estrés se va desarrollando, debido a las condiciones del entorno en el que se mueven. Sobre lo que vivió su hija, Patricia comentó que en medio de todo descubrió que Laura “no fue la única a la que le afectó el estrés académico. Cuando ella estaba en Ciclo Vital había dos compañeros más en el psiquiátrico del Valle, queriéndose quitar la vida por causa de lo mismo”, algo que Laura también quiso hacer.
La joven afirma que entendió que “la universidad enseña y ayuda a crecer como profesional, pero no está por encima de la familia, de la salud y de otras prioridades. Cada día tiene su propio afán y al final uno termina estresándose tanto que no hace nada”, concluyó.
* Texto publicado en alianza con la Universidad Santiago de Cali